"No pinto el ser, pinto el pasar", dice Montaigne (Ensayos, III, 2), tal vez recordando a Heráclito. Todo está de paso por este lugar: lo mostrado, quien lo muestra, quien lo ve. Al fondo, la montaña Huangshan, en el corazón de China, por donde anduve deambulando hace unos años. Y conste que, si el título de este cuaderno está en francés, es solo porque en español ya estaba ocupado. En realidad, esa imagen, la montaña vacía, es un lugar común del taoísmo. ¿Y no son estos cuadernos, al fin y al cabo, un lugar común por donde todos transitamos? Lugares comunes, lugares ocupados, lugares vacíos.

lunes, 13 de febrero de 2012

It was 50 years ago today (13.2.1962)


Brian Epstein
 
Hace hoy cincuenta años, el 13 de febrero de 1962, un joven negociante de Liverpool, de punta en blanco, toma un taxi en la puerta de un hotel de Londres para acudir a una cita cuya dimensión nadie, ni él mismo, puede calibrar. Este hombre, que se llama Brian Epstein y regenta una conocida tienda de discos, está embarcado en el empeño de conseguir un contrato discográfico para unos chavales que absorben su quehacer y su devoción desde que los vio subidos a un escueto escenario hace unos tres meses. Desde entonces, ha llamado a la puerta de numerosos productores, ha enviado grabaciones y documentos promocionales, yendo y viniendo entre Liverpool y Londres, infructuosamente. De una primera audición realizada para Decca el primer día del año ha llegado respuesta negativa hace apenas una semana. Cierto que algo ha logrado con sus afanes: mejorar la retribución de los músicos y la calidad de las salas en que ofrecen sus recitales por la región; pero el contrato discográfico se resiste.
 
George Martin
Al término de una de las últimas gestiones, hace pocos días, el director de una filial del poderoso grupo discográfico EMI ha sugerido a Epstein que se ponga en contacto con un tal George Martin, jefe de un sello secundario de la misma compañía llamado Parlophone. Este sello edita música ligera, jazz, comedia, cosas heterogéneas; y Martin necesita algún artista con tirón, diferente o novedoso, para potenciar su catálogo. Nunca se sabe, tal vez haya allí hueco para un grupo de jóvenes rockeros. Sin dudarlo, Epstein ha concertado la cita por teléfono con Judy Lockhart-Smith, que entonces es secretaria de Martin y será años después su segunda esposa. La entrevista tendrá lugar el día 13 en las oficinas londinenses de EMI, situadas en Manchester Square. De modo que la víspera, mientras los Beatles se sometían, precisamente en la ciudad de Manchester, a una audición ante la BBC con vistas a una posible difusión radiofónica, Epstein viajaba a Londres y pernoctaba en el Green Park Hotel.
 
En la fría mañana, Epstein sale del hotel. Aunque no habría tardado más de veinte minutos en recorrer la distancia a pie, pide un taxi. Sube al coche, dice la dirección al conductor, acaso repara entonces en esa coincidencia (Manchester City, Manchester Square) y quiere ver en ella un auspicio favorable. Quizás, al mismo tiempo, no puede evitar sentir que es ésta de algún modo su última oportunidad: varios sellos, entre ellos algunos del mismo grupo EMI, han manifestado su desinterés por los Beatles atendiendo al material que él les envió; Decca ya ha comunicado su rechazo, aun habiendo visto al grupo tocar en directo; los Epstein empiezan a considerar excesiva la inversión de tiempo y dinero que el dandy Brian dedica a su capricho musical con jovencitos, creen que desatiende la gestión comercial, los negocios familiares... Si del misterioso Martin no surge nada tangible, probablemente habrá que abandonar.


El nuevo edificio que ocupa actualmente el solar



La antigua sede de EMI en Manchester Square
La entrevista tiene lugar en la sede de EMI (cuya escalera había de hacerse famosa en la cubierta del primer LP de los Beatles y hoy se conserva en otro lugar tras el desmantelamiento del edificio). Es un encuentro entre dos caballeros británicos, pero de distinta índole: Epstein, apuesto, homosexual, judío, de sonrisa encantadora, vestir elegante y maneras impecables, tal vez un tanto afectadas, como corresponde a alguien educado en la escuela antigua del trato social; Martin, alto, bien parecido, distinguido y correcto, de exquisito acento inglés y seriedad aristocrática, pero también dotado de cierta desenvoltura, propia de quien se mueve en el mundo de la creación artística, y de un fino sentido del humor. Epstein procede del ámbito de los negocios, de una familia de comerciantes que ha hecho carrera en el sector de los muebles; Martin, del estudio académico de la música y de una trayectoria difícil que no ha excluido la profesión militar. Epstein necesita creer en un sueño; Martin, convertir sus aptitudes en éxitos. Charlan, cambian impresiones sobre la escena musical británica; Epstein ensalza la fama de los Beatles en la región del Merseyside, poco significativa para Martin; y escuchan las grabaciones, en las que Martin cree atisbar algo intrigante, interesante, algo sencillo y complejo a la vez: el sonido. Sin mayor concreción, quedan en verse una segunda vez y en que Martin tenga ocasión de ver al grupo tocar en directo. Eso es todo.

Tanto Epstein como Martin rememoraron sus años con los Beatles en sendas biografías

Después del encuentro entre Lennon y McCartney, acontecido el 6 de julio de 1957, es ésta la segunda conjunción más crucial de esa peculiar historia que acabaría en leyenda. Es el segundo encuentro del yin (el espacio receptor, deseante de Epstein, puro anhelo de acoger significado y acción) y el yang (la facultad modeladora, creadora de Martin, visión presta a infundir forma y finalidad). Epstein había percibido instantáneamente el atractivo y el carisma de aquellos jóvenes, y acertó a hacerlos manifiestos en una imagen capaz de ejercer universal seducción; Martin vislumbró su talento musical, y supo encauzarlo de modo que se materializara multiplicando su riqueza, calidad y excelencia. El primero fue el hombre del escenario; el segundo, el del estudio. Sin uno de ellos, y no digamos sin la confluencia de ambos, los Beatles no habrían sido lo que fueron. Pocas veces será tan propicio un martes y trece, hace hoy cincuenta años.

2 comentarios:

  1. ¡Interesante y muy bien documentado!. ¿Cómo es posible que haya constancia de los días y horas en las que los hechos acontecieron?. Da vértigo pensar en estos azares del destino...¿y si Epstein se hubiera rendido antes?...¿y si Martin hubiera estado enfermo ese día?...¡Tantas conjunciones seguro respondieron a un plan supraterrenal!

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