"No pinto el ser, pinto el pasar", dice Montaigne (Ensayos, III, 2), tal vez recordando a Heráclito. Todo está de paso por este lugar: lo mostrado, quien lo muestra, quien lo ve. Al fondo, la montaña Huangshan, en el corazón de China, por donde anduve deambulando hace unos años. Y conste que, si el título de este cuaderno está en francés, es solo porque en español ya estaba ocupado. En realidad, esa imagen, la montaña vacía, es un lugar común del taoísmo. ¿Y no son estos cuadernos, al fin y al cabo, un lugar común por donde todos transitamos? Lugares comunes, lugares ocupados, lugares vacíos.

domingo, 10 de febrero de 2019

Esdrújulos para Lázaro

Hace unos años, la empresa de un señor llamado Lázaro se ocupaba de mi jardín. A raíz de ciertas observaciones y sugerencias que le hice, muy moderadas y razonables, montó en cólera, declaró unilateralmente resuelto el contrato de mantenimiento y me envió una carta en la cual intentaba ser incisivo e ingenioso, pero resultaba insultante y ridículo. También afirmaba haber trabajado en Pensilvania. Escribí entonces estos versos que no me decidí a enviarle. Hoy los publico aquí, para que algún día los lean sus hijos (o él mismo, quién sabe). La justicia poética siempre llega, aunque sea de mano de los poemas satíricos que van poblando este cuaderno.


Ínclito Lázaro hispánico,
flor y nata celtibérica,
representante emblemático
de la patria benemérita:
hombre de fuerza telúrica
cuya angulosa mandíbula
y convexidad torácica
revelan alma titánica;
Lázaro hispánico máximo,
experto en césped sintético
y en piscina neumática,
exterminador de ovíparos,
de vegetaciones pútridas
y de plagas coleópteras;
óptimo hispánico Lázaro,
que con ese cuerpo rígido
y ese ademán mayestático,
tanto resulta más sólido
cuanto menos enigmático:
lea atento esta filípica.

Tengo, como usted, testículos
que, aparte del uso lúbrico,
muestran tendencia muy nítida
a cobrar tamaño insólito
cuando con mano maléfica
me los tocan veces múltiples
en circunstancias incómodas.
Lo digo por las irónicas
jerigonzas estrambóticas
que me dedica en sus últimas
comunicaciones íntimas,
redactadas con horrísono
destrozo de la gramática.

En mí se dio un caso típico
de aquella situación crítica
de la España de mi época,
y fue que, por no ser mísero,
durante tiempos sin término
corrí espacios geográficos
en amplios periodos cíclicos.
China fue uno de los ámbitos,
no por lejanos recónditos,
de esas andanzas verídicas,
y allí mi empeño fructífero
tuvo ocasión sistemática
de ayudar a los indígenas
con trámites burocráticos
de gran efecto jurídico,
migratorio y económico.
Y sucede que buen número
de esos chinos tan simpáticos
gracias a mi hacer benéfico
han puesto en la España idílica
negocios santos y lícitos;
y, como no son amnésicos,
sabrán pagarme sin límite
mis favores tan espléndidos.
Y sabe usted que el asiático
lleva al extremo el escrúpulo
de la lealtad mayúscula,
de modo que sin pensárselo
por mí irían al patíbulo.
Por lo tanto, si en sus tránsitos
dejase usted algún óbolo
en mi casa idiosincrática,
los chinos, siempre simétricos,
en la de usted muy solícitos
(pues no es dirección incógnita:
Esperanza 10 muy pública,
Galapagar inequívoco)
harían obsequio idéntico.

Por todo lo expuesto (es lógico
que yo adopte su retórica
expresión predilectísima),
ya que tiene patronímico
de resucitado bíblico,
disfrute esa vida prístina
concentrándose más plácido
en sus diversos artículos
vegetales, paisajísticos,
jardineriles y acuáticos:
sin agasajos inútiles
ni chascarrillos enfáticos
ni exabruptos espasmódicos.

Ínclito Lázaro hispánico,
flor y nata celtibérica,
representante emblemático
de la patria benemérita,
con ilustre patronímico
de resucitado bíblico,
curtido en artes difíciles
de orígenes pensilvánicos:
aquiete los turbios ánimos,
tómese un buen ansiolítico,
no se esfuerce en tan magníficos
chistes chiripitifláuticos.

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