Desde las letras y las artes, el sexo femenino nos ha mirado tradicionalmente con ojos de ser mitológico, arcano. Invisible en la estatuaria y la pintura, por ejemplo, si se compara con su homólogo masculino, siempre tan ostentoso; críptico y traslaticio en la literatura, si se exceptúa lo más obviamente procaz (Marcial) y algún que otro atrevimiento galante (Ronsard, Verlaine). Por lo demás, el coño ha sido, como Yahvé, un inefable, un tetragrámaton cuya realidad ontológica se replegaba sobre sí misma. Nombrarlo o verlo suponía una auténtica revelación, como sugería la muchacha del romance:
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver.
De las proteicas y enrevesadas manifestaciones del coño dan testimonio, por ejemplo, la antología poética realizada por Juan Abad, El origen del mundo (2004), y, en un plano cultural más amplio, el estudio de Alberto Hernando, Cunnus: represión e insumisiones del sexo femenino (1996). Y parece que, de un tiempo a esta parte, el motivo se aborda con más resuelto desparpajo. Recuerdo entre nosotros un hermoso libro de poemas de José Ángel Valente, Mandorla (1982); después, constan algunas curiosas variantes, como el inventario narrativo de Juan Manuel de Prada (1996), la poesía festiva del Conde de Abascal (1999) o los microrrelatos reunidos por Carlos Maza y otros (2008). Señalemos al paso que las ediciones de estos libros, mayoritariamente, reproducen en sus cubiertas (y alguna en el título) el controvertido cuadro de Gustave Courbet, L’origine du monde (1866), que marcó un antes y un después y que es ya casi emblema de una actitud moral y social: la descarada mostración de lo oculto.
Sigamos. En la literatura francesa, el blason es un poema que describe con detalle algún objeto o ser, en principio para elogiar sus virtudes y cualidades, como da a entender el recurso a un término procedente de la heráldica. En sus orígenes, que se remontan al siglo XV, parece ser que este tipo de composición tirando a convencional surgió como descripción minuciosa de las diversas partes del cuerpo femenino, y en esa tradición cortesana se inscribe la moda que atravesó buena parte del siglo XVI. Durante este siglo a un tiempo sesudo y retozón, el género alcanza su apogeo, aplicándose no sólo a las partes del cuerpo (frente, rodilla, ceja, ojo, cabello, pie, nariz), sino a procesos o actos (voz, mirada, suspiro, risa, abrazo, muerte), e incluso a objetos relacionados con la mujer (pulsera, pasador, anillo, espejo). Entre los autores que cultivan esa técnica se hallan algunos tan populares como Maurice Scève o Clément Marot. Las compilaciones, tanto contemporáneas como posteriores, abundan.
Pues bien, hubo algún poeta gamberro que se atrevió a dedicar un blason al coño, de forma que el propio Marot, que había marcado la pauta dominante con su picaruelo Blason du Beau Tétin (1535), acabó por ponerse melindroso y repudiar el cántico de tan elevados encomios a partes “que la naturaleza acostumbra ocultar” (lo dijo en verso). Se generó así una modesta "querella del blasón", tan graciosa como insustancial, en la que terciaron varios poetas célebres. Como haciéndose eco de este antiguo rifirrafe, mucho tiempo después, el gran Georges Brassens, en “Le blason” (1972), se quejaba jocoseriamente de no poder elogiar con su propio nombre esa parte privilegiada de la mujer porque su denominación francesa, con, sirve también para designar lo que en español llamamos un gilipollas. De modo que la cosa llegó bastante lejos, o cerca, según se mire. No me he detenido ahora a mirar si en la literatura española tuvo esa línea poética especial resonancia; claro está que no reconocemos esa acepción de nuestro vocablo blasón, aunque el DRAE recoge su relación de sinonimia con honor y, además, a través del verbo blasonar, está claro que su ámbito semántico conecta con la noción de alabanza. Aquí va pues, como divertimento, un blasón del coño, original y traducido.
Guillaume Bochetel (muerto en 1558)
BLASON DU CON
O con gentil, con mignon, con joly,
Con rondelet, con net, con bien poly,
Con ombragé d'ung petit poil follet,
Con où n'y a rien difforme ou de laid.
Con, petit con, dont la bouche vermeille,
A faict dresser à maint grand vit l'oreille;
Con que l'on doit plus qu'un sainct tenir cher,
Quand ainsi faict resusciter la chair.
O con, qui peult à ta louange tendre?
Où est l'engin qui te puisse comprendre?
Con est d'amour le thresor et domaine,
Con la forge de quoi nature humaine
Faict ses divins et excellens ouvrages.
Con est de mort reparant les dommages;
Con est la fin dont amour se couronne,
Con est le prix dont amour se guerdonne.
Somme, le con, quant tout est bien compris,
Sur le surplus doit emporter le pris.
Il est bien vray que l'oeil l'amour attire,
Mais le con est l'amour qui se desire.
L'oeil la pierre est qui la chasse decore,
Mais con le sainct que dedans on adore,
Et où chascun en reverence grande,
A deux genoux vient offrir son offrande.
Or de la bouche elle a bien bonne grace,
Et croy pour vray que la première place
Doibt obtenir au service du con,
Car trop mieux qu'autre elle sçait sa leçon,
Pour refuser ou accorder l'entrée
De l'amoureuse et plaisante contrée;
Touchant la main elle est propre et aduicte
Pour con servir de loyalle conduite,
Estre près de luy, et prompt à ses affaires
Les plus secretz et les plus necessaires.
De ce tetin il n'en fault point mentir,
Je ne sçay quoy à qui le cueur sentir,
Prochain parent et de nature mesme
De ce con cy, qui est cher comme cresme.
Quand au regard de sa cuisse bien faite,
Blanche, eslevée, ronde, dure et refaicte,
C'est le beau lict où le con se repose.
Ce con plaisant, ce con tant digne chose,
Que je puis dire, et sans imputer vice,
Au residu, tout faict pour son service:
Doncques du corps entier au departy,
Je prens le con pour le meilleur party.
BLASÓN DEL COÑO
Oh coño lindo, coño tan bonito,
coño terso, parejo y redondito,
de travieso pelillo sombreado,
de toda fealdad exonerado.
Coñito que con tu boca bermeja
del prócer yergues rápido la oreja.
Coño que tienes condición bendita,
ya que por ti la carne resucita.
¿Quién podrá, coño, entonar tu alabanza?,
¿cuál es la inteligencia que te alcanza?
Coño es de amor morada soberana,
es el taller en que natura humana
fabrica obras excelsas y divinas.
Coño repara de muerte las ruinas,
coño es la meta que el amor corona,
coño es trofeo que al amor se dona.
El coño, pues, si bien se mira en esto,
se ha de llevar la palma sobre el resto.
Cierto que amor tiene en el ojo imán,
pero hacia el coño sus anhelos van.
Del relicario el ojo es un joyel,
pero el coño es el santo que hay en él,
al que con reverente sumisión
de rodillas rendimos oblación.
La boca colabora diligente
y cumple, creo, muy sobresaliente
cometido del coño en beneficio,
pues es la que mejor sabe el oficio
de denegar o conceder la entrada
a la zona amorosa y regalada.
También la mano, idónea y cabal,
hacia el coño se muestra muy leal,
siempre cerca y atenta a sus decretos
más necesarios cuanto más secretos.
De las tetas diré sin falsedad
que siente el corazón su afinidad
misterïosa y común ascendencia
con el coño, preciada quintaesencia.
Y añado que ese muslo tan perfecto,
liso, contorneado, firme y recto,
es bello lecho en que el coño reposa.
Coño gentil, eres tan digna cosa
que afirmo, sin acusación de vicio,
que lo debemos todo a tu servicio.
Y así del cuerpo, por no ser prolijo,
sin dudarlo un instante el coño elijo.
John Lennon, [Dibujo de Yoko Ono], Bag One (1969)
Vaya por dios! Qué susto me he llevado! Creía que me había metido en otro sitio por error.
ResponderEliminarMi humilde opinión: la que menos "Cunnus" ha visto es la mujer. Tampoco es para lamentarse ni intelectualizarlo.
Hola Javier,
ResponderEliminarMi nombre es Fernando da Casa. Me gustaría contactar contigo para comentar algo sobre el "Blasón du con" y su traducción.
MI correo electrónico es gerencia@serfin.eu
Muchas gracias por tu atención, un saludo