En la facultad (al menos en hispánicas) yo era, supongo, de los pocos que habían leído a Valéry en francés, o leído sin más; incluso había traducido, muy mal, algunos de sus poemas, los de un primer libro muy amanerado, Album de vers anciens (1920). Llegué a Valéry a través de quien podríamos considerar su mentor español, Jorge Guillén, cuya poesía me tenía deslumbrado, creo ahora que con razón; y era así contra el sentir general de los tiempos, pues don Jorge estaba mal visto por aquellos años, y lo políticamente correcto era interesarse por Cernuda: a mí me interesaban ambos. Desde entonces he leído con regularidad la poesía y la prosa de Valéry, cuyos Carnets son un auténtico banquetazo intelectual; claro que, como tal, puede empachar.
Los poemas de Corona & Coronilla fueron inspirados por el romance que Valéry tuvo con la escritora Jeanne Loviton (seudónimo Jean Voilier: “Juan Velero”) entre los años 1938 y 1945. Al principio de la relación él tenía 67 años, el doble que ella. Tras vicisitudes que no hacen al caso, aquel desafuero amoroso acabó por llevárselo a la tumba. La tumba está en el cementerio de Sète, en un promontorio que sobrevuela el mar, plasmación física de su metafísico Cementerio marino, y yo la visité hará unos diez años en un viaje de invierno por el Mediterráneo francés, bajo un cielo negro y tormentoso. Vuelvo al libro: estructurado de forma errática, desigual en aspiración y calidad, podado melindrosamente por los herederos de lo más escabroso, diverso en tonos y formas, sigue siendo Valéry: “música de las ideas, música del verbo”, como Rubén Darío dijo de su propia poesía. Bajo esa ubicua batuta, pulula de todo, hasta algo hoy tan trivial pero tan peliagudo entonces como descripciones de un coito (“Sérénade”, “Ode vivante”), todo ello con no pocos formalismos y más efusiones, pero sin estridencias ni tapujos.
Hacia marzo de este año, se había publicado versión española del volumen completo, pero de ella sólo he leído algunas muestras que andan dispersas por la red. El caso es que Pablo publicó en su proteico cuaderno una versión del poema final del libro y que ésta me gustó por su resuelta fluidez. Él me ha dado permiso para reproducirla aquí, precedida del original y seguida de una versión mía que surgió cuando, al leer el primer verso francés, se me presentó la posibilidad de homenajear conjuntamente a dos de mis venerandos: Claudio Rodríguez (“Largo se le hace el día a quien no ama”) y Pedro Salinas (“¡Qué alegría más alta: / vivir en los pronombres!”). Nacido así el alejandrino inicial ("Largo se me hace el día sin ti, sin los pronombres"), me animé a desplegar los demás versos, entablando conversación con los dos Pablos, el pretérito y el presente.
Quien manda en todo ese trasiego es la poesía; y si las versiones aciertan en algo, será porque pasa por ellas una corriente que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Cuatro ojos ven más que dos, o dos formas de mirar mejor que una.
LONGUEUR D'UN JOUR
Longueur d’un jour sans vous, sans toi, sans Tu, sans Nous,
Sans que ma main sur tes genoux
Allant, venant, te parle à sa manière,
Sans que l’autre, dans la crinière
Dont j’adore presser la puissance des crins,
Gratte amoureusement la tête que je crains…
Longueur d’un jour sans que nos fronts que tout rapproche
Même l’idée amère et l’ombre du reproche
Sans que nos fronts aient fait échange de leurs yeux,
Les miens buvant les tiens, tes beaux mystérieux,
Et les tiens dans les miens voyant lumière et larmes…
Ô trop long jour… J’ai mal. Mon esprit n’a plus d’armes
Et si tu n’es pas là, tout près de moi, la mort
Me devient familière et sourdement me mord.
Je suis entr’elle et toi ; je le sens à tout heure.
Il dépend de ton cœur que je vive où je meure
Tu le sais à présent, si tu doutas jamais
Que je puisse mourir par celle que j’aimais,
Car tu fis de mon âme une feuille qui tremble
Comme celle du saule, hélas, qu’hier ensemble
Nous regardions flotter devant nos yeux d’amour,
Dans la tendresse d’or de la chute du jour…* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
Lentitud de una tarde solitaria
sin ti, sin tu presencia, sin nosotros,
sin que mi mano sobre tus rodillas,
yendo y viniendo, te hable a su manera,
sin que mis dedos se extravíen dulce
mente en la mata de tu vello fuerte;
lentitud de una tarde sin que hayamos
reflejado la luz de nuestros ojos;
se sumergen los míos en los tuyos
misteriosos; los tuyos en mis lágrimas,
iluminados.
Lento día lento.
No sé. Apenas me queda ya dolor
si no te siento cerca, aquí. Me acecha
la muerte y me resulta familiar;
entre nosotros anda, la presiento
a cada instante, que de ti depende
que yo viva o que muera, ya lo sabes,
si alguna vez dudaste que se pueda
morir por lo que amaba. Convertiste
mi alma en temblorosa hojilla, como
las de aquel sauce que movía el viento
y contemplaba nuestro amor, dorado
por la belleza del atardecer…P.J.
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Largo se me hace el día sin ti, sin los pronombres,
sin que, yendo y viniendo, mi mano en tus rodillas
te diga sus palabras, mientras en tu pujante
melena favorita se entrega la otra mano
a mesar con ternura la temible cabeza.
Largo se me hace el día si tu frente y mi frente,
en tantas cosas cómplices, hasta en el pensamiento
sombrío del reproche, no se hablan con los ojos,
yo bebiendo en los tuyos misteriosa belleza,
y viendo tú en los míos una luz hecha lágrimas.
Largo, tan largo el día. Dolor. La mente rinde
sus armas. Si no estás a mi lado, la muerte
se me cuelga del brazo, sordamente me ocupa.
O con ella o contigo: lo siento a cada instante.
De tu pecho depende que yo viva o perezca,
ya lo sabes ahora, si alguna vez dudaste
que pudiera mi amada darme muerte; pues tú
hiciste de mi alma una trémula hoja,
como la de ese sauce que juntos contemplábamos
ayer con la mirada del amor, suspendido
ayer con la mirada del amor, suspendido
en el dulce dorarse del crepúsculo.
J.Y.
Son bastante diferentes leídas a la vez, Javier, ¿no? Yo creo que tú exageras la "literatura" y yo el "melodrama".
ResponderEliminarLo de los amores tardíos tiene su miga. Algún día hablaremos de Lope, que es el que más sabía de estas sorpresas del corazón.
Tal vez no tan diferentes. Más que exagerar, cada versión aprovecha y desarrolla la dimensión que le interesa, o aquella en que se siente más cómoda. Literatura y melodrama, como dices (o música y lamento), pero es que de eso está hecho el original. Me gustaría analizarlo, pero temo resultar prolijo.
ResponderEliminarLas diferencias entre las dos traducciones no son de estilo sino de contenido semántico. El traductor puede tomarse sus libertades, pero si el autor dice que 'ella juega con su propia melena', no diríamos que 'él juega con la melena de ella'. Menuda diferencia. Aquí hay otros dos ejemplos: uno de ustedes interpreta "lo siento a cada instante", ¿el dolor?
ResponderEliminarEn cambio el otro dice "la presiento a cada instante", ¿la muerte?
Como mi francés está en pañales no puedo ofrecer una tercera posibilidad.
Las traducciones de poesía LIBRES tienen que ser, en la mayoría de los casos, pero deben acabar diciendo lo que el poeta quiso decir, o me equivoco?
Hay, en efecto, algunas diferencias en la adaptación semántica del original. No he querido analizarlo aquí, porque me parece más interesante que lo haga el lector. P.J. se despega más, omite algunos elementos que no intervienen en su visión de la escena. En cuanto a los dos lugares que citas, no los has entendido bien. El texto dice "l’autre [...] gratte amoureusement la tête"; ya nos ha dicho antes que una mano se pasea por sus rodillas; ahora nos dice que, al mismo tiempo, la otra (mano) "rasca" la cabeza. Esto es lo que dice literalmente, con un largo inciso. El otro verso dice "Je suis entr’elle et toi ; je le sens à tout heure", donde el antecedente de "le" no es ni el dolor ni la muerte, sino TODA la cláusula anterior "Je suis entr'elle et toi"; como cuando decimos "Hoy va a llover, lo presiento". Ahí mi versión se adhiere gramaticalmente al original, la de P.J. es más libre al remitir a la muerte con "la". Por lo demás, la gradación de libertades en la traducción de poesía es infinita. Yo intento hallar un equilibrio entre el deseo de crear algo con valor propio y la atención al modelo. Octavio Paz resumió esa gradación en un juego de palabras cuando tituló su recopilación de traducciones poéticas "Versiones y diversiones".
ResponderEliminarEfectivamente no me referí al texto original porque mi francés es casi inexistente. Compare la versión de Pablo y la tuya (gracias por permitirme el tu, aunque a veces me gusta usar el usted como asomo de ironía) Entiendo lo que haces. Quizás tendría que haber intentado leer el original...el tiempo, siempre la falta de tiempo. Gracias, Javier.
ResponderEliminarTu blog promete ser un sitio duradero. Suerte!
Fíjate/Fíjese, Chiqui, en que el "cerebral" Valéry, al tiempo que dirige una mano hacia las partes inferiores, pone otra precisamente en la cabeza; como si asi tratara de conjurar físicamente el pensamiento de la mujer, que prevé adverso: "la tête que je crains", literalmente, "la cabeza que temo". Es de lo más inquietante esa manipulación a dos manos...
ResponderEliminarUna observación curiosa la suya, no se me habría ocurrido. Menuda coordinación la de Monsieur Valery...
ResponderEliminarRecuerdo ese juego de niños donde con una mano en la cabeza y la otra en el estomago intentábamos girar la de arriba a la izquierda y la del estómago a la derecha (en direcciones contrarias).
Inténtelo!
Yo lo acabo de hacer y menudo revoltijo de pelo tengo ahora.