"No pinto el ser, pinto el pasar", dice Montaigne (Ensayos, III, 2), tal vez recordando a Heráclito. Todo está de paso por este lugar: lo mostrado, quien lo muestra, quien lo ve. Al fondo, la montaña Huangshan, en el corazón de China, por donde anduve deambulando hace unos años. Y conste que, si el título de este cuaderno está en francés, es solo porque en español ya estaba ocupado. En realidad, esa imagen, la montaña vacía, es un lugar común del taoísmo. ¿Y no son estos cuadernos, al fin y al cabo, un lugar común por donde todos transitamos? Lugares comunes, lugares ocupados, lugares vacíos.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Beatles en verso (2): "Julia"

John en Rishikesh
Sabido es que, en febrero de 1968, en pleno apogeo de contracultura y psicodelia, los Beatles, con cónyuges, novias, amigos y colegas de la música y el cine, se fueron a aprender meditación trascendental con el Maharishi Mahesh Yogui (1918-2008) a una residencia campestre en Rishikesh, en la India, al pie de los Himalayas. Durante la estancia, que para el más paciente duró un par de meses, se compusieron la mayoría de las canciones del disco doble que acabaría conociéndose como Álbum Blanco, publicado en noviembre de ese mismo año: auténtico caleidoscopio, florilegio de inspiraciones, versatilidades e individualismos durante cuyas sesiones de grabación raro era que trabajaran juntos siquiera dos miembros del grupo. La última canción del primer disco, “Julia” de John Lennon, obedece a la línea de composición sencilla y pura, hecha sólo de voz y guitarra acústica, que en John era ya habitual (aunque solía verse alterada por el arreglo de las canciones en los discos) y que habría de continuar en su carrera en solitario.


El título es, sin más, el nombre de la madre del músico, Julia Lennon (nacida Stanley, 1914-1958), de traumático recuerdo para él, pues la perdió dos veces: primero cuando, a sus cinco años de edad, probablemente por motivos de moral social y familiar (Julia vivía con un hombre que no era su marido, ausente éste en el mar durante años), fue separado de ella para ser puesto al cuidado de su tía Mimi; y la segunda y definitiva cuando Julia murió atropellada por un coche precisamente enfrente de la casa de Mimi. Julia era una mujer atractiva, divertida, desenvuelta, heterodoxa en la época:  enseñó a John los acordes de la guitarra con un banjo, le dio a oír los discos de Elvis...  El nombre de la madre había de resonar en el del hijo que tuvo John con su primera mujer, Julian (1963); y esa pérdida inspiraría después “Mother” y “My Mummy's dead”, canciones primera y última del disco John Lennon/Plastic Ono Band (1970). Pero aquí el recuerdo de un ser amado, especial, siempre inasible, viene a fundirse con el de otro más importante todavía, que vendría a inundar todos los recovecos espirituales y emocionales del poeta: la artista japonesa Yoko Ono, que John había conocido en noviembre de 1966 y que poco después sería su esposa. El propio John reconoció que en el personaje evocado en la canción se mezclaban ambas mujeres: ocean child (“niña oceánica”) es el significado del nombre Yoko en japonés, y a sus párpados orientales se refieren los seashell eyes (“ojos de concha marina”). Madre, amante: material fácil para psicoanalistas.

“Julia” es una epifanía. Desde el principio extiende una secuencia monocorde, sostenida prácticamente sobre una sola nota, reiterativa como una letanía (forma de creación poética y musical característica de Lennon). En esa nota se prolonga como un suave gemido la primera sílaba del nombre Julia, invocado una y otra vez, y desde esa nota caen, en una cascada que es como una muerte, al final de cada estrofa, sus últimas sílabas; pero, al comienzo de la estrofa siguiente, el nombre renace, superponiéndose al que caía, como relevándolo en un eco de cíclica resurrección. Caer, resurgir, hasta el caer definitivo del final, que se acompañará de una triste disonancia. La voz, susurrante, está impregnada de interna gravedad, como una llamada que no acaba de atreverse, y se duplica en cada segundo verso para resonar con tonalidades ominosas. El arpegio, que fluye cristalino con suave insistencia, es una bella muestra de la técnica del punteo (finger picking), recién enseñada a John por el músico Donovan en Rishikesh y prominente en otros lugares del Álbum Blanco (“Dear Prudence”). Se genera así una atmósfera flotante, vaporosa, en la cual las imágenes se van cruzando una tras otra ante nuestra mirada, como si cada una de ellas fuera insuficiente y su suma también, como si intentaran, por acumulación o sucesión, convocar, abarcar o apresar un ser fugaz, evanescente. No en vano la letra se inicia con una cita casi literal del escritor libanés Gibran Jalil Gibran (1883-1931) en su libro Sand and Foam (1926): “La mitad de lo que digo no tiene sentido, pero lo digo para que te llegue la otra mitad”. Nos canta y habla aquí el Lennon aéreo, divagante, que nos transporta a través de meteorologías de ensoñación: cielos, nubes, brisas, suaves destellos (en Rishikesh recibía John las cartas de Yoko, en que esta le decía que la buscara en el viento, en las nubes…). A lo largo de esa dulce monotonía, el cambio de tono que precede las palabras her hair of floating sky produce, como preparando esa imagen, una auténtica levitación. Y, dentro de ese ambiente etéreo, tampoco falta algún malabarismo del poeta, como la acuñación de sing my heart por analogía con speak my mind, o la paronomasia glimmer / shimmer. Por lo demás, los rasgos compositivos de “Julia” no habían de ser pasajeros: el viaje cósmico inspirará “Across The Universe” (1969); la poesía elemental producirá “Because”, de Abbey Road (1969); la imagen de un ser fantasmagórico que llama y se esfuma reaparecerá en “#9 Dream”, de Walls and Bridges (1974).

En mi versión, a modo de cancioncilla tradicional, el nombre-mantra desaparece para diseminarse en los versos. Y no es porque el nombre Julia no se adapte a la poesía, pues funciona bien en una nana de Blas de Otero, hasta hace poco inédita, dedicada a la hija de José Agustín Goytisolo. Pero me ha parecido mejor así.


JULIA

Half of what I say is meaningless,
but I say it just to reach you, Julia.

Julia, Julia, ocean child, calls me…
So I sing the song of love, Julia.

Julia, seashell eyes, windy smile, calls me...
So I sing the song of love, Julia.

Her hair of floating sky is shimmering,
glimmering in the sun.

Julia, Julia, morning moon, touch me...
So I sing the song of love, Julia.

When I cannot sing my heart,
I can only speak my mind, Julia.

Julia, sleeping sand, silent cloud, touch me...
So I sing the song of love, Julia.

... ... ... ... …mmm ... ... ... ... ... calls me...
So I sing the song of love for Julia, Julia, Julia.


JULIA

Niña de los mares,
ojitos de concha,
me llamas, me rozas.

Cabello de cielo,
cabrillea al sol,
deja que te cante
mi canción de amor.

Sonrisa de viento,
luna en la mañana,
me rozas, me llamas.

No puedo cantarte
con mi corazón,
con mi mente digo
mi canción de amor.

Arena dormida,
nube silenciosa,
me llamas, me rozas.

Por estar más cerca
sólo canto yo
cosas sin sentido,
mi canción de amor.

3 comentarios:

  1. He ido rápidamente a buscar mi registro de Julia.... Tendrás que ir juntando todas estas estupendas entradas sobre los Beatles, para regalarnos un libro. Y luego todo lo que deriva: cómo van cobrando canciones, situaciones y evocaciones... densidad, al ser pensadas. Y el clasicismo de lo que no era más que cancioncilla aparentemente pasajera.
    Creo que no lo he comentado, pero todo este blog rezuma consistencia, ¡también el diseño!

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  2. Gracias por este tributo lennista. Julia es una canción que a menudo me acompaña, tarareo mientras voy aquí y allá. Pero no me sabía la letra. Ahora va a mejorar. Por eso también, gracias.

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  3. Tenía doce años (o quizá trece, recién cumplidos) cuando compré a medias con mi hermano mayor, y tras dar sablazos a diestro y siniestro, el Album Blanco, en una versión mono que costaba la friolera de 500 pesetas. Esta y las demás canciones de Lennon (Dear Prudence, Happiness is a Warm Gun, Sexy Sadie...) me tuvieron colonizado el cerebro durante años. Mi inglés rudimentario aumentaba la fascinación. Tardé años en entender que Lennon no hablaba del "dolor de la ventana" en Happiness is a Warm Gun y sólo ahora acabo de comprender cabalmente que su madre era una muchacha oceánica. Gracias, Javier.

    Gonzalo

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